¿Para qué seguir escribiendo sobre la guerra?
Svetlana Alexiévich dirá que los relatos de las mujeres sobre esta experiencia son diferentes, “tienen sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio”1. En este comentario propongo analizar la participación de mujeres en el frente de batalla, a partir de los trabajos de Mary Nash2 y Svetlana Alexiévich. ¿De qué formas participaron las mujeres en la guerra? Si al calor de los conflictos bélicos del siglo XX se produjo una “liberación femenina”, ¿qué limitaciones que se imponían a esta, teniendo en cuenta las divisiones sexo-genéricas arraigadas? ¿En qué consiste la invitación a “ver la guerra con ojos femeninos”?
Dolores Calvar Freixeiros migró en 1948 de Mourente a La Boca, buscando salir de una España dictatorial y hambreada por la post guerra. En los más de 30 años que vivió en Argentina, jamás habló a sus hijxs de su experiencia bélica. Nadie en la familia sabe en qué bando hicieron la guerra lxs Calvar Freixeiros; si es que tenían algún tipo de compromiso político o si simplemente quedaron en una región que cayó rápidamente en manos franquistas. Del doloroso silencio de mi abuela y sus hermanxs surgen las preguntas que motivan mi trabajo.
Este comentario bibliográfico se propone analizar la participación de las mujeres en el frente de batalla, tanto en el frente republicano durante la Guerra Civil española como en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. En particular, se busca analizar lo distintivo de su experiencia como mujeres en un ámbito masculinizado, así como las limitaciones a la “igualdad” que supone compartir la lucha en el frente. Para esto, se analizará el texto de Nash, cuyo estilo narrativo es fuertemente académico; y el texto de Alexiévich, quien construye su narrativa desde un lugar más sensorial, a partir de testimonios en primera persona.
¿Cómo contar la guerra con ojos de mujer?
Mary Nash escribe en el ámbito académico, es catedrática de Historia contemporánea de la Universidad de Barcelona. El campo disciplinar al que se ha dedicado es al estudio de los movimientos sociales de mujeres, la diversidad cultural y las representaciones culturales que fomentan la desigualdad. Si bien es de origen irlandés, la autora se encuentra radicada en Cataluña desde la década del ’70. Comenzó su investigación en este campo durante los últimos años del franquismo, en Barcelona, un momento y un territorio de resistencia. Su libro fue publicado en España en 1999, más de 20 años después del fin de la dictadura y la transición española. Luego de casi 40 años de franquismo, la transición pretendió pasar la página y “superar” a la España dividida que había desembocado en la guerra civil. La autora construye su función escribiendo en tercera persona, buscando elementos que le permitan referirse a las mujeres como grupo social con sus propias particularidades. Para hacerlo, intercala citas textuales y fuentes documentales en el texto: reproduce, por ejemplo, fotos y folletos extraídos de diferentes archivos catalanes. El recurso gráfico es usado para analizar particularmente el contraste entre las “imágenes rupturistas” como la de la miliciana, y las continuidades en los roles de género asignados. Las mujeres eran enviadas a curar y cuidar heridxs o niñxs cuyas familias ya no estaban; tareas que pueden ser entendidas como una extensión del trabajo doméstico o del rol de “mujer cuidadora”. Hace también un análisis de la trayectoria histórica-política de las mujeres, su incidencia en el cambio social antes y durante la guerra, aún a pesar de las fuertes restricciones de género existentes. Pone el foco en la construcción de identidades colectivas: antifascistas, revolucionarias, mujeres.
La narrativa de Nash es propia de una investigación académica cuya originalidad radica en incorporar la perspectiva de género y de historia “desde abajo” a un período tan estudiado como lo es la Guerra Civil Española. Inmediatamente a continuación del índice, se encuentran diversos materiales auxiliares: mapas, cronologías, índice de acrónimos y un glosario; complementarios a la lectura. Hace una organización temática de los capítulos, organizados internamente con subtítulos. Intercala citas de las fuentes primarias en el texto, comparando voces y posturas mediante su análisis. Recupera las tensiones, ambivalencias y contradicciones. Se propone una perspectiva que tensione los cambios y continuidades en los procesos históricos. Busca evidenciar, particularmente en el Capítulo 2: Revolución y resistencia antifascista: las mujeres en el imaginario colectivo y la retórica revolucionaria, el contraste entre la “retorica rupturista” y la perpetuación de estereotipos de género en la asignación de tareas.
Con una narrativa completamente diferente, Svetlana Alexiévich reúne en su libro algunos “recuerdos” del casi millón de mujeres que combatieron en el Ejército Rojo entre 1939 y 1945; ya sea como francotiradoras, conductoras de tanques, instructoras sanitarias, comandantes de cañón o zapadoras3. La autora, de origen bielorruso, nació en 1948. Este es el insumo para introducirnos en el texto: su propia experiencia de la postguerra. Ella se asume como parte de la generación de “hijos de la Gran Victoria”, un relato oficial construido desde la épica y la grandiosidad, escondiendo lo doloroso y sucio de la guerra. Las fuentes que utiliza son testimonios en primera persona, a través de los cuales va hilando su narrativa. Incluye aquellos relatos del olvido, de las que no quieren (o no pueden) recordar. Registra también la huella de la censura, tanto la propia como la política, dado que escribió entre 1978 y 1985, época en la que su país pertenecía a la URSS.
Las actoras protagonistas de Nash son las milicianas revolucionarias, las españolas anónimas, las organizaciones revolucionarias y antifascistas, en tanto actoras colectivas. También se cuentan historias con nombre y apellido, de algunas “excepcionales dirigentes políticas”. Pero la autora busca recuperar la agencia de estas mujeres mediante su vivencia y su acción colectiva. Al citar numerosas fuentes primarias, incluyendo publicaciones de la época o entrevistas hechas a algunas de las protagonistas del conflicto estudiado, busca recuperar su voz. Pero también hace su propia interpretación y lectura de las fuentes, mezclando su “función autora” con la de las mujeres de las que habla.
Alexiévich comparte la perspectiva de género y el afán por contar una historia “desde abajo”; pero agrega la propia experiencia y los testimonios en primera persona como elementos originales, que necesariamente sumergen a la lectora en una experiencia sensorial. Su lectura transporta a quien la lee, al mismo tiempo que recupera y construye un lugar para la voz de esas “mujeres anónimas” a quienes la guerra y el silencio obligado las atraviesan.
“Las mujeres, mientras tanto, guardan silencio. Es cierto, nadie le ha preguntado a mi abuela excepto yo. Ni a mi madre. Guardan silencio incluso las que estuvieron en la guerra. (…) Tan solo en casa, después de verter algunas lágrimas en compañía de sus amigas de armas, las mujeres comienzan a hablar de su guerra, de una guerra que yo desconozco.”4
La necesidad de volver a mirar
La excepcionalidad de la guerra habilitó nuevos espacios para las mujeres, quienes le pusieron también el cuerpo a esta experiencia igualadora. Aun así, esta liberación tuvo sus limitaciones, en la medida que la división sexual del trabajo y los roles estereotipados permanecieron. Finalizada la guerra, se pretendió construir un relato que invisibilizara (una vez más) a estas mujeres anónimas, cuyo aporte fue trascendental. Ambas autoras se proponen recuperar esa memoria, registrar esas voces de mujeres que vieron y vivieron la guerra como una experiencia inhumana. Sus relatos están despojados de la pretendida grandiosidad de los vencedores, de la épica propia de la historia de los “grandes hombres”.