El primer traspaso de mando democrático
Era 13 de junio de 1989. Carlos Menem había ganado unas elecciones presidenciales que se realizaron anticipadamente durante una crisis económica. El primer gobierno de la democracia estaba débil y su presidente, Raúl Alfonsín, quería adelantar el traspaso del mando.
– Esto no se va a solucionar rápido, Alberto – le dijo Carlos Menem a su colaborador Alberto Kohan, quien estaba protagonizando las negociaciones para llegar al acuerdo en la fecha del traspaso-. Los primeros años que tengamos en la Rosada van a ser duros. Con la inflación, el ejército, los compañeros de la CGT… ¡Imaginate si estos radicales se recuperan, nos van a hacer la vida imposible!
– Lo entiendo Carlos, pero los diputados radicales se están comprometiendo a facilitarnos las leyes hasta que asuman nuestros legisladores en diciembre y la imagen de Raúl… está por el suelo.
– En la Argentina nunca se sabe, Alberto. Acá cualquiera se purifica con el fracaso de su sucesor1. No podemos darnos ese lujo. Nosotros necesitamos estabilidad. Enfrente nuestro necesitamos a la nada misma. Este gobierno tiene que caer arrodillado. Tenemos que ser los únicos con los que todos se quieran sentar.
Tras una primera elección legislativa favorable en 1985, la presidencia de Raúl Alfonsín había entrado en un laberinto. El peronismo conservaba la CGT, el Senado y 12 gobernaciones; las FF.AA. estaban entre el repudio social y el poder que le daban las armas; la economía, ahogada por la deuda, con la pobreza en escalada y una inflación creciente. Las legislativas de 1987 dieron por perdedor al gobierno radical. Faltaban aún dos años para las elecciones presidenciales pero el candidato peronista Carlos Menem ya era el favorito. La lectura de todos los grupos de poder fue la misma: había que tomar posiciones favorables para negociar frente a él.
– Ya ganamos el 14 de mayo, ahora que la crisis llegue hasta donde tenga que llegar. Es un acto hasta patriótico. Imaginate qué pasa si al segundo gobierno de la democracia lo empieza a atosigar la oposición con la crisis que nos dejan. ¿Quién te dice que nos van a dar una mano si este lío sigue? Hay que dejarlos en el suelo. La democracia necesita que seamos un gobierno fuerte.
– Sí, lo discutimos el otro día con Guido. -Kohan hacía referencia al diputado peronista Guido Di Tella. – Él piensa como vos.
– ¿Y quién creés que lo mandó a decir lo del dólar recontra alto? Lo único que no me hizo caso fue que lo dijo con ese acento de porteño que tiene. – Ambos rieron. Hacían referencia a las declaraciones de de Di Tella acerca de que el dolar estaría «recontra alto», que no habían colaborado en absoluto en tranquilizar la dinámica inflacionaria. Menem sacó un Marlboro de su cigarrera fría, metálica y le ofreció uno a Alberto. Mientras lo encendía y la llama se reflejeba en sus ojos, Alberto le contestó.
– Lo que me preocupa es que si seguimos acorralando a Raúl los militares vuelvan a mandársela.
Entre 1987 y 1989 sectores del ejército habían realizado tres asonadas militares en favor de la impunidad por los crímenes de la dictadura. Como resultado, obtuvieron la Ley de “Obediencia Debida” y “Punto Final”. Además, en enero de 1989 un grupo guerrillero fue bañado en sangre tras un fallido intento de tomar el cuartel de la Tablada; hubo desaparecidos y torturas.
– Pero la gente ya está cansada de las armas, no hay lugar para eso. Además, ya les di a entender que viene un tiempo de reconciliación. Quieren pactar, hacen ruido para que los escuchemos.
En ese momento sonó el teléfono. Era Alfonsín. Esa noche anunciaría su “resignación del cargo de Presidente” de forma unilateral, tras no llegar a un acuerdo con Menem. Rendido, logró entregar el mando a otro presidente democrático de otro partido, algo que sucedía por primera vez en la Historia Argentina.