Contemplaréis escenas espantosas, angustiosísimas; veréis la guerra sin el correcto y lúcido alineamiento de las tropas, sin redoblar de tambores, sin estandartes flameando al viento […] la veréis tal y como es, ¡en la sangre, en los sufrimientos, en la muerte!
Lev Tolstoi, Relatos de Sebastopol.
Introducción
Considerada la primera guerra moderna por el uso de armamento inédito y el número de bajas, la Guerra de Crimea en 1853 enfrentó a las principales potencias del momento: el Imperio ruso frente a una alianza tripartita conformada por el Imperio otomano, el Imperio británico y Francia.En base a los escritos de un joven Lev Tolstoi como corresponsal de guerra y a las pinturas marítimas de Iván Aivazovski, en tanto documentos históricos, se intentará reconstruir el evento desde la perspectiva rusa.
Antecedentes
Desde su anexión por Catalina II, hasta su conflicto contemporáneo entre Ucrania y Rusia, Crimea ha sido una región de suma importancia en la historia rusa. El valor de la península radica en sus recursos y en su ubicación; el enclave resulta imprescindible al concentrar las regiones de Europa del Este, el Cáucaso y la península de Anatolia. A mediados del siglo XIX se desató un nuevo conflicto entre rusos y otomanos por la península. El Imperio otomano, ya en decadencia e incapaz de modernizar sus estructuras, intentaba una última estrategia para recobrar su soberanía imperial. El Imperio ruso, bajo las órdenes de Nicolás I, consideraba que llevaba a cabo una misión religiosa al defender —bajo su noción— a los cristianos ortodoxos que habitaban parte del Imperio otomano.1 El 16 de octubre de 1853 daría inicio formalmente a la guerra.
El pintor militar y la presunta victoria
El primer enfrentamiento mayor se produjo el 18 de noviembre en el puerto de Sinope, al norte de Turquía. Iván Aivazovski, un pintor avezado y en ese entonces contratado por la marina nacional, es ubicado en la península para pintar escenas de batallas. En su pintura La batalla de Sinope, Aivazovski retrata el momento central de la lucha entre las flotas rusas y otomanas. Los rusos contaban con mejores navíos e incorporaron un nuevo tipo de armas conocidas como Paixhans que disparaban proyectiles explosivos, a diferencia de los proyectiles metálicos comunes. Estos además eran de mayor calibre por lo que destrozaron con facilidad las naves de madera otomanas.2
La batalla de Sinope (1853). Iván Aivazovski. Museo Naval Central, San Petersburgo, Rusia.
Las consecuencias también fueron retratadas por Aivazovski en su óleo sobre lienzo titulado La batalla de Sinope del 18 de noviembre de 1853 (la noche tras la batalla), en donde, inmerso en un notable dramatismo cargado de fuego y humareda, se observa la destrucción de la flota otomana (sólo una de sus naves pudo escapar). A pesar de los daños, los rusos no perdieron naves. La superioridad destructiva demostrada por la experiencia rusa significó el fin de la era de la vela e inició una carrera armamentística en busca de incorporar modernizaciones.
La batalla de Sinope del 18 de noviembre de 1853 (la noche tras la batalla) (1853). Iván Aivazovski.
Museo Naval Central, San Petersburgo, Rusia.
Frente a la posibilidad de la victoria del Imperio ruso, con el consecuente cambio de poder en la balanza geopolítica, Francia e Inglaterra decidieron ingresar en el conflicto. El primero, con pretensiones de recobrar su preponderancia en Europa. El segundo, con el objetivo de abrir nuevos mercados en el este. Ambos deseosos de erosionar la influencia rusa en Asia y combatir su despotismo.3 El 28 de marzo de 1854 ingresaron oficialmente en la guerra.
El joven escritor y la derrota inminente
Con la intervención franco-británica la guerra se concentraría en Crimea. A pesar de la victoria sobre la marina turca, la flota rusa no estaba a la altura de la marina francesa e inglesa. Una vez la flota occidental avanzó hacia el mar Negro obligó a los rusos a retroceder y refugiarse en la península. El objetivo de los aliados era acabar con la principal base naval de Crimea. Así es como se inicia el sitio a Sebastopol; y es el momento en que se hace presente un joven suboficial de nombre Lev Tolstoi que publicaría sus vivencias en el frente de batalla en la revista de San Petersburgo El Contemporáneo.
A través de tres relatos publicados en distintos meses, Tolstoi describe tanto su experiencia como la de los soldados rusos en el frente de batalla. En estos relatos, el autor de Anna Karenina se aleja de la simple narración de los combates, enfocándose en su lugar en describir la psicología de los soldados y su relación con el entorno. Bajo su pluma se plantea la verdad detrás de la guerra, lejos del romanticismo nacionalista promovido por Nicolás I. En este sentido, se enfrenta por primera vez con la censura zarista, que cercena la mayor parte del material.4
El primero de los relatos, Sebastopol en diciembre, se caracteriza por el uso de la narración en segunda persona en una búsqueda por interpelar al lector. El tono es más patriótico que los siguientes relatos. En Sebastopol en mayo y Sebastopol en agosto Tolstoi relata la vida cotidiana en el frente, incorporando a su vez una serie de críticas sutiles al contexto bélico.
Las crónicas de Tolstoi describen —y denuncian— la inoperancia y la corrupción del alto mando del ejército ruso.5 Los oficiales de alto rango se destacan más por su riqueza obtenida del sueldo que les brinda su puesto —cosa que presumen frente a sus inferiores— y el administrar el dinero de la guerra, más que por su valentía, su capacidad o sus méritos. Además, mantienen su estilo de vida petersburgués, rodeados de vodka, pianos y pisos de madera, mientras que los soldados rasos pasan sus días en las trincheras y les toca “vivir en el fango, sin las menores comodidades”.6 Es en estos últimos en quienes Tolstoi reconoce como los verdaderos defensores de Sebastopol, agentes del heroísmo y del espíritu ruso. A pesar de esto, el escritor también rescata las vivencias diarias, en donde destaca la camaradería, los juegos de cartas y las conversaciones en torno a las características de la artillería o algún acto destacado en el frente.
Luego de once meses de asedio, de trincheras, minas y artillería, la balanza se inclinó del lado occidental. Una vez la ciudad cayó en manos de la alianza, la guerra quedó virtualmente sentenciada. Finalmente, se firmaría en 1856 el Tratado de París, el cual estableció la pérdida de territorios por parte del Imperio ruso y la desmilitarización del mar Negro.7 Junto a la pérdida material, dejó en evidencia el atraso ruso frente a las potencias occidentales e inició un largo proceso de modernización en el Ejército. A futuro, el descontento general en la población producto de la derrota provocaría en 1861 la emancipación de los siervos.
Conclusión
Aunque ensombrecida por las guerras acaecidas durante el siglo XX, lo cierto es que la guerra de Crimea significó el conflicto bélico de mayor magnitud hasta entonces visto. Las bajas contabilizan, entre las muertes por combate y enfermedades, alrededor de tres cuartos de millón de soldados, de los cuales dos tercios representan rusos.8
La derrota del Imperio ruso supuso su humillación en el panorama europeo, así como la pérdida de influencia y prestigio que se habían adquirido tan sólo un par de décadas antes con la entrada de Alejandro I a París. Asimismo, desencadenó un resentimiento hacia Occidente —aún presente— al verse traicionada por potencias europeas en favor de los turcos.
Con respecto a los artistas tratados, contrariamente a su país, lograron salir victoriosos de la guerra, con un prestigio en aumento. Aivazovski regresó a Europa para continuar con sus exposiciones, consolidando aún más su reputación. Tolstoi, por su parte, desarrolló una exitosa carrera como escritor, mientras que sus experiencias en Crimea le servirían como base para los capítulos bélicos de Guerra y paz.