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Valentía entre las mentiras: los liquidadores de Chernobyl
El accidente nuclear de Chernobyl de 1986 fue el más grande de la historia. En esta nota, Lucas Sachetto propone un breve análisis de lo sucedido, con especial atención en los “Liquidadores”, aquellos que se encargaron de limpiar el desastre.

El accidente nuclear de Chernobyl, ocurrido el 26 de abril de 1986 en el norte de Ucrania, para aquél momento parte de la Unión Soviética, fue uno de los accidentes medioambientales más grandes en la historia de la humanidad. Además, es considerado el peor accidente nuclear jamás ocurrido. En la presente nota proponemos un breve análisis de lo acontecido, deteniéndonos en la historia de los llamados “Liquidadores”, aquellos valientes hombres y mujeres cuya tarea consistió en limpiar los alrededores luego de la explosión, sólo porque alguien debía hacerlo.

EL ACCIDENTE

El día viernes 25 de abril de 1986 todo transcurría con normalidad en Pripyat, ciudad fundada en 1970 con el objetivo de alojar a los trabajadores de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin de Chernobyl. La gente esperaba el fin de semana, los diarios hablaban de la temporada de pesca y los agricultores se preparaban para recolectar savia de abedul y plantar papas, el producto agrícola más importante de la región1. La planta nuclear de Chernobyl trabajaba con normalidad, con la salvedad de que se planeaba apagar el reactor número 4 para la realización de un chequeo regular y una serie de pruebas y simulaciones de cortes eléctricos antes de que comenzara el turno nocturno2.

Lo que no estaba en los planes es que, debido a la inesperada caída eléctrica de otra planta de energía, los empleados del turno diurno, que habían sido capacitados de antemano para realizar los procedimientos, no pudieron concretar las pruebas al no tener el permiso para reducir la cantidad de potencia producida3. El experimento quedó en manos del turno nocturno, con Aleksandr Akímov como jefe de turno y Leonid Toptunov como encargado del régimen operacional del reactor 4. Por una serie de desafortunados eventos y una falla en la construcción de los sistemas de apagado de emergencia, se produjo un pico de energía que sobrecalentó el núcleo. La tapa del reactor número 4 explotó a la 1:23 a.m. del 26 de abril, la planta se incendió y los elementos radioactivos del núcleo salieron disparados en todas direcciones, acompañados por una densa nube de humo contaminando los alrededores con los residuos de la fisión nuclear4.

El reactor catorce horas después de la explosión. La lluvia en la imagen se debe a los altísimos niveles de radiación, Igor Kostin.

UN ASESINO INVISIBLE

Los primeros en acudir fueron los bomberos del Cuerpo de Bomberos Militares Especializados N° 2, quienes, en un acto heroico y sin tener idea de que estaban contrayendo dosis extremadamente letales de radiación, lograron apagar las llamas antes de que éstas llegaran al reactor número 3 con la ayuda de otras dotaciones regionales. Los bomberos comenzaron a sentir cansancio, náuseas, mareos, dolores de cabeza, y desmayos5.

Las autoridades de la planta nuclear desestimaron el accidente. Consideraban “imposible” la explosión del núcleo, ya que aceptar la falla técnica era aceptar una falla del Estado Soviético. Los bomberos, por su parte, fueron llevados al Hospital de Pripyat, donde los doctores no tenían ningún entrenamiento en heridas por radiación. Sobrepasados, se comunicaron con el Hospital Número 6 de Moscú, cuyos profesionales comprendieron que los heridos mostraban claros síntomas de envenenamiento radioactivo agudo6. Se ordenó desechar toda la ropa y el equipamiento de los bomberos en el sótano del Hospital de Pripyat, donde permanecen irradiados hasta el día de hoy.

En los días siguientes, alrededor de 207 hombres llegaron a Moscú y se quedaron en el hospital. Sus síntomas empeoraron: pérdida del cabello, fiebre, hemorragias internas, fluidos en los pulmones y heridas abiertas en la piel. La KGB no permitió la conducción de análisis extensos por parte de los médicos del hospital, ya que no querían que la información sobre el accidente y la potencial catástrofe circulara entre la población y genere problemas para el Estado7.

EL COSTO DE LAS MENTIRAS

La incredulidad por parte de las autoridades soviéticas y de la planta nuclear para aceptar que el núcleo estaba expuesto y que el aire era ahora radioactivo sólo se esfumó cuando se sobrevoló la zona con un helicóptero, momento en el cual pudieron observar con total claridad la apertura del mismo y el color rojo brillante que salía de sus entrañas debido al calor extremo8. El hecho de no haber aceptado la realidad y no haber actuado a tiempo, dejó a la población de los alrededores expuesta a niveles increíblemente altos de radiación durante más de 36 horas. Sin embargo, luego se procedió a la evacuación total de un radio de 30 km alrededor de la planta nuclear que culminó el 2 de mayo de ese año, día en el que unas 135 mil personas debieron abandonar sus hogares para siempre9. Los soviéticos se negaron a reconocer públicamente la tragedia hasta el 14 de mayo, cuando Gorbachov informó la magnitud de lo ocurrido10, aunque los desechos radioactivos en el aire ya habían sido detectados en abril por Suecia11.

LA TAREA DEL LIQUIDADOR

Los liquidadores entran en escena en el momento en el que el Estado Soviético comienza la titánica tarea de reducir el impacto ambiental del accidente. Se trata de alrededor de seiscientos mil hombres y mujeres convocados y movilizados mediante instituciones y ministerios gubernamentales, además de la reserva del Ejército Soviético, que se encargaría de la labor de limpieza. Personal y recursos llegaron desde todos los extremos del país con un capital humano que parecía nunca agotarse y entre los que se encontraban soldados, fuerzas especiales y pilotos militares, pero principalmente jóvenes reclutas de entre 18 y 20 años12. Algunos también consideran “Liquidadores” a los profesionales de prensa que documentaron la catástrofe, a los científicos que participaron en la planificación, a los bomberos, y al personal policial que realizó la evacuación13.

La movilización fue equivalente a la de tiempos de guerra, y muchos civiles se alistaron voluntariamente en lo que consideraban un “deber cívico”. Se construyeron campamentos con tiendas de campaña desde las cuales se desplegaría el persona14. En la zona de exclusión, el ejército se encargó de descontaminar aldeas, rutas y caminos. Helicópteros fueron utilizados para lanzar sustancias líquidas que despegasen el polvo radioactivo de las superficies. Fuerzas militares especializadas en químicos limpiaron los interiores de algunos edificios, la vegetación y prácticamente la totalidad de la tierra con una solución descontaminante. Ingenieros destruyeron y enterraron edificios enteros, maquinaria y otros elementos que no era posible descontaminar15. Los animales domésticos fueron abandonados por orden del Estado al estar contaminados, por lo cual algunos batallones de Liquidadores tuvieron la deprimente labor de buscar y cazar a todos los perros, gatos y otra fauna dentro de la zona de exclusiónl16. La tarea de limpiar los desechos nucleares del techo de la planta inicialmente iba a llevarse a cabo con robots a control remoto, pero cuando la Unión Soviética pidió ayuda a Alemania Occidental para que le brindara la tecnología necesaria, mintieron con la cantidad de radiación que el robot debía soportar, por lo que la circuitería de éste se fritó casi al instante. Finalmente, se decidió usar a los Liquidadores para limpiar los trozos de grafito que yacían en el peligrosísimo techo del reactor. Vestidos con protección de goma y placas de plomo en el cuerpo, los Liquidadores salían en tandas sólo durante 90 segundos, en los cuales arrojarían todos los desechos radioactivos que pudieran adentro del reactor abierto, para rápidamente salir del lugar. Los niveles de radiación allí presentes eran inconcebibles para la vida humana, sin embargo, los Liquidadores cumplieron la tarea17. La enorme mayoría de los Liquidadores no poseían dosímetros durante su labor y la realidad es que los elementos de protección no eran suficientes para la monstruosidad a la que se enfrentaban18. Las cifras de muertos son extremadamente variables. La OMS calculó unas 4 mil potenciales muertes por la exposición a la radiación. Los análisis realizados a ex-liquidadores de la Unión Soviética mostraron un aumento significativo del riesgo a contraer cáncer y enfermedades cardíacas19. Muchos ex-liquidadores también han manifestado síntomas de estrés postraumático y en las últimas dos décadas han denunciado un deterioro de la asistencia social y atención médica que se les brinda en sus respectivos países20.
La titánica labor y el sacrificio de todos aquellos que participaron en la contención de esta tragedia evitó que el impacto ambiental sea catastrófico a nivel global, razón por la que los Liquidadores deben ser recordados como héroes al haber, literalmente, salvado el planeta.

Liquidadores eliminan residuos altamente radioactivos del techo del reactor, Igor Kostin.

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